Para estas fechas en 1882, Ponce vibraba con actividad cívica, económica y cultural. El primero de julio de aquel año comenzó la Feria Exposición, “uno de esos actos en que los pueblos dignos hacen hermoso alarde de los deseos que les animan para vivir la vida de la civilización y del progreso”, según se describió en la revista La Ilustración Española y Americana, en su número XXXIII. Atraídos por la amplia oferta musical, científica y social llegaron a Ponce tantas personas que los hoteles y hospedajes no daban abasto, según narra Vidal Armstrong en Ponce: Notas para su historia. Aquella Feria Exposición, que sirvió de catalítico para la estancada economía ponceña, no fue una iniciativa gubernamental, sino que se propulsó principalmente desde la sociedad civil, con el apoyo de los comerciantes que sirvieron de accionistas. Tan grande fue su impacto que, [138 años] más tarde, todavía podemos ver y sentir su legado.
El pabellón principal de la Feria pasó a ser el parque de bombas que hoy en día es uno de los símbolos de nuestra ciudad. El pabellón árabe que, según recogen las crónicas, por las noches se iluminaba “con mecheros encerrados en globos de cristal blanco”, fue la inspiración para la glorieta que 113 años después se construyó en el Parque Urbano Dora Colón Clavell. Pero sobre todo, el mayor legado de la Feria Exposición de 1882 fue la confirmación de la ambición de emprender y el espíritu luchador de nuestra ciudad. En su Tratado de Moral, Eugenio María de Hostos vinculaba ese espíritu con el amor que sienten por Ponce sus residentes, como si una cosa y la otra fueran inseparables. Quien ama a Ponce, inevitablemente siente una necesidad de luchar por su ciudad o, en palabras Hostos, siente un “deber de contribución” hacia “la sociedad primera”.
Hablando de la gestación de la Feria Exposición, Hostos señaló que “[e]l municipalismo, el sentimiento del deber de todos para con la sociedad municipal, el amor de los municipales al municipio, el deseo concienzudo de todos a contribuir al renombre de su ciudad: esas fueron las fuerzas verdaderas, las verdaderas fuerzas vivas de aquella obra de progreso”. Ese mismo espíritu movió a la construcción del Parque de la Abolición en el siglo XIX y a la continua lucha por el cumplimiento con los proyectos de Ponce en marcha desde finales del siglo XX. Ese es el espíritu que necesita Ponce hoy.
Es cierto que mucho ha cambiado en los últimos 138 años. Aunque ya no iluminamos nuestros pabellones con mecheros, nos seguimos enfrentando a muchos de los mismos problemas. Tenemos una economía estancada y un gobierno incapaz de atender todas las situaciones que nos afectan. Al igual que en el siglo XIX se ven muestras de ese deseo de contribuir, reflejado en esfuerzos de la sociedad civil en la cultura, el turismo, el comercio o el deporte. Esfuerzos titánicos contra tantos obstáculos, genuinamente motivados por el amor a Ponce y por el deseo de una mejor sociedad. Ese es el espíritu de la Feria Exposición de 1882. Ese es el espíritu de Ponce.
Nota: Foto del encabezado tomada de La Ilustración Española y Americana, año XXVI, número XXXIII, digitalizada por la Biblioteca Nacional de España.
Publicado originalmente 1 de julio de 2020.
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