Por: Wilda Rodríguez - El miércoles 1ro de marzo a las 11 de la mañana, frente a la Casa Alcaldía de Ponce, se han dado cita quienes rechazan las posturas de Miyadi Velázquez Pagán, esposa del alcalde de esa ciudad Luis Irizarry Pabón.
Se rechaza su incitación al prejuicio, el odio y la violencia contra la comunidad LGBTQ; se rechaza su desprecio a la cultura ponceña y se rechaza la imposición de su visión religiosa totalitaria desde la posición de poder que le da y le defiende su marido.
Se rechaza que nos impongan la ignorancia como principio.
Las posturas de Velázquez Pagán no se amparan en el derecho a la opinión como pretenden sus defensores. El derecho a la opinión no es absoluto. Termina cuando se cruza la raya de la dignidad. Entonces se convierte en ataque, agresión y violencia.
Que quede claro: opinión no es razonamiento y el derecho a la opinión no es absoluto. Vamos a hablar con propiedad.
El derecho a la opinión está enmarcado en el derecho a la libre expresión consignado en la Declaración Universal de Derechos Humanos. No está sujeto a censura previa ni a represalias, pero sí a responsabilidades como consecuencia de su ejercicio. Consecuencias que están estipuladas por leyes.
Opinar es fácil. Solo hay que decir lo que nos dé la gana. Pero, ¿todas las opiniones valen lo mismo? Por supuesto que no. Opinar no es razonar ni es argumentar porque razonar y argumentar requiere de datos sujetos a comprobación.
Una cosa es que todos tengamos el derecho a formar opiniones y expresarlas. Otra muy distinta es provocar y atacar con tus opiniones o imponerlas desde una posición de privilegio.
La insistencia en la valoración de todas las opiniones como respetables, dignas, honorables es una treta del sistema neoliberal y pro-fundamentalista que vivimos. Por eso se vende la opinión como razonamiento y el derecho como incondicional.
Ampararse en el derecho a la opinión para avalar la ignorancia y el disparate, no es aceptable.
Fue Isaac Asimov quien expuso la teoría del anti- intelectualismo en Estados Unidos (1980) como “culto a la ignorancia”.
Lo cito: “El anti-intelectualismo es el culto a la ignorancia que ha sido una constante en la historia política y cultural estadounidense, promovida por la falsa idea de que la democracia consiste en que "mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento".
Para sostener esa posición el sistema lleva al ignorante a despreciar el conocimiento y calificar a quienes lo cultivan como elitista, comemierda, arrogante, clasista. Y lo lleva hasta sentirse orgulloso de su ignorancia y ejercerla con pasión.
Ser ignorante no es ser bruto. Ignorancia e inteligencia son cosas distintas. Cualquiera puede aprender y cultivarse. Eso es el derecho a saber.
No podemos avalar la idea de que se puede aspirar a ser ignorante. Que tenemos derecho a opinar como nos dé la gana y de lo que nos dé la gana aunque no sepamos un pepino del tema.
No podemos dejar el campo libre para que nos impongan la ignorancia como principio.
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