Hoy se cumplen dos años de haber sido diagnosticado con cáncer. Dicho así, con la mayor sencillez, no parece tan aterrador como la primera vez que escuchas a tu doctor informándote del hecho. Ha sido una ardua batalla contra este adversario que permanece dentro de mi.
La vida me ha venido preparando concienzudamente para enfrentar este decisivo reto y vencer sobre el mismo. Haber pasado mis primeros años en un país distinto del medio, contar con unos arrojados padres que, en la búsqueda del bienestar de la familia tuvieron la valentía de emigrar, formarme en una familia de sólidos valores y principios, amantes de nuestras tradiciones, puso la semilla de la voluntad para enfrentar los retos, pequeños o grandes, y vencer.
Cuando decidí, desde muy joven, entrar al terreno de la política estaba más que consciente que entraba a un terreno minado donde cada paso es un reto por prevalecer, ante los tuyos y ante los adversarios. Tenazmente fui preparándome para hacer prevalecer mi voluntad de servir lo más equitativamente que me fuera posible a los ciudadanos que esperaba representar.
Hay quienes piensan que no hubo que dar batallas. Que todo se desarrolló como si hubiese estado dispuesto por el destino. Ciertamente mi fe y mi voluntad fueron venciendo los escollos y las limitaciones que encontramos en nuestro camino. Esto no me eximió de los dolores y angustias que generan las pequeñas batallas del día a día. Con cada una de ellas, resultaron en victorias o derrotas, se fortalecía y templaba nuestro espíritu.
Así también fue la edificación de mis relaciones afectivas fuera del núcleo familiar. En el camino he hecho grandes amistades. Amigos y amigas leales que han recorrido junto a mi las más intensas y las más gratas jornadas. De igual manera llegó el amor de mi compañera de vida. No todo ha sido miel sobre hojuelas, como suele decirse, pero el hecho de que la relación permanezca, crezca y se profundice cada día es indicativo de que luchar por lo que amamos siempre dará frutos positivos.
En las luchas políticas sucede de igual manera. Nunca las victorias son totales. Siempre he brindado el espacio para que los que no han resultado triunfantes puedan aportar sus ideas más valiosas. Hay quienes nos han señalado ese hecho como una debilidad. Respetuosamente la asumimos. En el terreno político no hemos trabajado para otra cosa que no sea el progreso, el bienestar y la felicidad de todos.
En el mismo terreno hemos sabido también aceptar con humildad cuando el pueblo ha pensado que puede obtener más de nuestros adversarios. Ni por asomo nos escucharan recriminarle por sus equivocaciones. Ser creyente en la democracia también significa saber aceptar la voluntad de las mayorías, aunque las consideremos equivocadas.
Como he señalado al principio de este escrito, llevo dos años dando la más dura de mis batallas. Aunque he tenido que reservar energías y voluntad para asumir los dolorosos tratamientos no he querido estar ausente totalmente de las luchas de nuestro pueblo. Contribuyó en cuanto puedo a corregir males, deficiencias e incorrecciones, de las propias y las ajenas. En éste esfuerzo también hemos recibido desilusiones, sobre todo de aquellos en que más esperanzas hemos depositado. Con madurez, búscanos la corrección de los desaciertos y cuando la situación se ha hecho intolerante, sacamos energías de la reserva moral para tomar las decisiones necesarias.
En este momento miro con el mayor optimismo el futuro, el propio y el de mi país. En mi caso, porque disciplinada y rigurosamente sigo el tratamiento médico prescrito y siento que avanzo en mi sanación. En cuanto al país, pienso que hemos llegado a un punto donde las definiciones claras, precisas, puntuales, se hacen necesarias. No es la hora de las luchas internas, de los personalismos, de enfrascarse en disputas carentes de valor social. Es el momento de trazar las coordenadas que guiarán nuestro futuro. Hay que hacerlo sin temor, con inteligencia, con el mayor sentido de responsabilidad.
Desde esta óptica deseo estar totalmente recuperado para insertarme plenamente en la construcción del mejor Puerto Rico que nos merecemos todos y el mejor San Lorenzo al que aspiramos los Samaritanos. Así nos ayude Dios.
José ‘Joe’ Román Abreu
Exalcalde de San Lorenzo
Expresidente de la Asociación de Alcaldes de Puerto Rico
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